Salimos del hotel cerca de las nueve dirección Prades por una sinuosa carretera plagada de curvas. Pasamos por Villafrance y nos dio pena no parar a verlo, pues parece muy interesante pero el tiempo apremia. A la entrada de Prades vimos un indicador del Canigó y seguimos por allí durante algunos kilómetros hasta que nos dimos cuenta que no era el acceso correcto y volvimos a Prades y desde allí a Villerach que es un pequeño pueblecito, pasado éste tomamos una pista de 20 kilómetros que se hace interminable ya que algunos tramos están llenos de baches en fin, que hay que circular muy despacio.
Después de un buen rato de pista llegamos al refugio de Cortalets. Aparcamos el coche un poco más abajo. Había fiesta y todo el rato sonaba música en catalán y francés. Había mucha gente por todo el contorno.
Emprendimos la subida después de pasar por un lago. Ahora es todo subir y subir acompañados tanto de gente que sube como que baja. Nos hizo gracia ver que bajaban unas personas con unos gigantes cabezudos a cuestas. ¡Insólito!
Parece que no llegues nunca pues el caminito es muy pendiente y va haciendo constantes eses. Vimos toda clase de personajes por el camino y de todas las edades, incluso un par de niñas pequeñas que nos llamó la atención con la soltura que subían.
Llegamos al Cim del Canigó y aquello era un hormiguero pues no cabíamos. Estuvimos el tiempo justo de hacer la foto y echar un vistazo al paisaje. Tenemos que bajar por la denominada Ximeneia pero tenemos que esperar un rato porque hay una cursa y no para de subir gente. Encontramos un hueco y empezamos a bajar desgrimpando agarrándonos a las rocas. No es nada difícil aunque desde arriba parezca lo contrario.
Una vez abajo seguimos por un caminito y en pocos minutos pasamos por la “Bretxa Durier” donde había gente escalando. Uno poco más adelante dejamos dicho camino y tomamos otro que nos llevó hasta la Portella de Vallmanya y desde aquí al Collet del Pic Barbet donde paramos a comer. Después seguimos por la cresta de la montaña y luego bajamos hasta el refugio.
Bajamos por la pista con el coche tardando más de una hora y volvemos a casa a la que llegamos a las 11 de la noche.
Han sido unos días apasionantes y además ha hecho un tiempo perfecto ¡Qué bien!